Cuando el hombre y la mujer se amen verdaderamente, ese amor tendrá por resultado inducirlos, recíprocamente, a tratar de merecer las caricias del ser que han elegido. Suponiendo que el compañero o la compañera que se ama pueden volar del nido el día en que no encontrara más la satisfacción que apetecía, cada individuo hará cuanto le sea dable para atraérselo completamente.
Como en esa especie de pájaros en que, en la estación del amor, el macho se reviste de un plumaje nuevo y brillante para seducir la hembra cuyas simpatías quiere captarse, los humanos cultivarán las cualidades morales que deben hacer agradables su cariño y su compañía. Basadas sobre esos sentimientos, las uniones serán mucho más indisolubles que lo que podrían hacerlas las leyes más feroces, la opresión más violenta.
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